SIN LA LETRA E
Un otoño -muchos años atrás- cuando más olían las rosas y mayor sombra daban las acacias, un microbio muy conocido atacó, rudo, voraz, a Ramón Camomila: la furia matrimonial.
-! Hay un matrimonio próximo, pollos! -advirtió como saludo su amigo Manolo Romagoso cuando subían juntos al casino y toparon con los camaradas más íntimos.
-¿Un matrimonio?
- Un matrimonio, sí -corroboró Ramón.
- ¿Tuyo?
- Mío.
- ¿Con una muchacha?
- !Claro! ¿Iba a anunciar mi boda con un cazador furtivo?
- ¿Y cuándo ocurrirá la cosa?
- Lo ignoro.
- ¿Cómo?
- No conozco aún a la novia. Ahora voy a buscarla...
Y Ramón Camomila salió como una bala a buscar novia por la ciudad.
A las dos horas conoció a Silvia, una chica algo rubia, algo baja, algo sosa, algo rica, algo idiota...
Enrique Jardiel Poncela, Un marido sin vocación.
SIN LA LETRA A
Pero Nise, rompiendo en dos copiosísimos ríos que divirtió entre el hermoso rosicler y nieve de su rostro, respondió que pues por ser infelice y poco venturoso destino no mereció unirse en felice consorcio con don Lope que fue el primer hombre que en su noble pecho y honestos ojos tuvo dominio, no le permitiese el cielo escoger otro hombre por esposo que el mejor de los hombres, Cristo Señor Nuestro. En esto se deliberó, y con resolución ilustre y excelente en muy breve tiempo entró en religión en el mismo convento donde estuvo. Y despidiéndose primero de Mitiline y de don Lope, con tiernos coloquios (si bien con gozo interior de su mejor elección) les dio su cupido de oro y les pidió mil perdones de lo mucho que por su respecto sufrieron de disgustos, tormentos y descomodos. Y porque viviesen ricos y con gusto por público instrumento les dotó todo lo que de sus progenitores heredó en censos, que fueron poco menos de doce mil escudos perpetuos de buen cobro, de que se cumplió su dote y se desempeñó el convento. Y enterneciéndose don Gregorio con este heroico ejemplo prometió seguirle, y lo cumplió, porque en muy breve entró religioso en cierto convento de Recoletos. Y todos sus bienes, que en multitud fueron pocos menos que los de Nise, quiso que brevemente los hubiesen y poseyesen Mitilene y don Lope, pidiéndoles primero perdón de sus yerros y de lo mucho que por él sufrieron de prolijos descomodos e infortunios.
Alonso de Alcalá, Los dos soles de Toledo

1 comentario:

  1. Qué alegría y qué casualidad que haya encontrado tu blog, buscando cosas de literatura por internet!! que pequeño es el mundo! Leeré todos los posts que pongas o lo intentaré.

    Un saludo!
    Alfonso Vera Ayala

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